vuelo
Tras un par de enfáticos movimientos de sus alas, se deslizaba el ave, acariciando el aire con siluetas musicales que emanaban de sus plumas. Entretanto, su pecho se inflaba como un cuenco evertido, y una mano invisible, firme y diligente, solventaba su grácil posición en el espacio. Después de la pausa, de su condescendencia, nuevamente el enérgico agitarse de su cuerpo. ¡Qué elegancia, qué solvencia! Imposible que él se sienta abatido.
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