inocencia
Las lápidas eran un todo homogéneo. Un horizonte cercano, sin fisuras. Ese piso se alimenta de lágrimas; lo sabemos. Y las cruces, su tenor, su bravura, perennes y estoicas actuaban su parte en la historia.
Los niños; tan sólo los niños, con su coherencia, con la tierna cordura que otorga el momento, con su inocencia, jugaban junto a un bebedero. Sus sonrisas parecían eternas.
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