ciudad enorme
Conocí una ciudad tan grande como diez gritos de pánico. Y al mirarla, no sabían mis ojos como entender tanta insignificancia. Ni como justificar, el insólito mar de personas que continuamente la deshabita, la muerde, la alaba.
Las alcobas no eran muchas, eran suficientes. Y la tibia, la grácil y justa luz de la mañana, adornaba sin bochorno para todos las esquinas.
Yo fui un espectador ausente; viajaba lánguido de promesas por un túnel transparente, viajaba como en el viento, como prendido al viento, como un ave, o un muerto. Y desde aquél túnel inacabado conocí su grandeza insolente, aquella fuente de promesas, y su ambiguo y claro, su melódico, su simple, su desafiante aliento.
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