gruñidos
Aquellas primeras palabras, las primeras del día, tenían en sí mucho de tosco y rudo; una vibración rasposa.
Paradójicamente, no era su contenido lo relevante, sino la gravedad, la guturalidad con que eran pronunciadas, y que mantenía con el ser que enfrente se encontraba una conversación propia, inexplicable y grandiosa.
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