noche
Noche sin luna, noche estrellada. El cielo se alza, planimétricamente enhiesto, a sólo un suspiro, un erizarse un poco más, de mis dedos desparejos. Mis yemas hacen como que lo acarician, acariciándolo. El aire fresco de la noche se escapa de entre ellos como el agua grácil, como los sueños, como sólo esas sustancias fantasiosas saben hacerlo. Entretanto, las estrellas, pequeñuelas, me contemplan tímidas, sorprendidas.
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