un álamo, tres mujeres
Os lo digo, el álamo caminaba. Disfrutaba cada uno de los pasos que daba. El sonido de sus hojas, medio secas medio vivas, era el perfecto caminar de un trio de mujeres, por una calle de tierra, en silencio. Hacía falta tan sólo darle la espalda. Y mirar. Cerca, y a lo lejos, mientras el viento fresco acaricia el cuello desde el frente hacia la nuca, por la izquierda, con su mano destemplada.
A lo lejos el paisaje, el mundo.
Cerca, el terreno pedregoso, su vida: la piedra paciente, la planta en su afán incomprensible.